La autora de la crónica con algunos compañeros y uno de los ejemplares más espectaculares |
El pasado jueves 9 de abril
las profesoras de Ciencias Naturales habían organizado para todos los
primeros cursos de ESO un taller de reptiles en el centro
que fue muy interesante.
Vino a enseñarnos los animales un señor, cuyo nombre no
recuerdo, con un humor un tanto característico, y que, sinceramente, a mí me
cayó muy bien.
Primero nos enseñó una tortuga de tierra “pequeña” sólo de
edad porque de tamaño era grande; tenía 9 años y suele vivir cerca de 120 años.
Me imaginé cómo sería de mayor y daba miedo; también trajo una tortuga de agua
muy agresiva, un mordisco taladraba un papel grueso.
Vimos una serpiente, la falsa coral, que no era venenosa y
que imitaba los colores de la serpiente coral que sí lo es.
Además de sapos enormes, una pequeña rana cuyo veneno es
capaz de matar a 10 personas adultas, lagartos, camaleones cuya lengua es tan
larga como su cuerpo, y tarántulas, nos
impresionó una enorme serpiente, una pitón albina, que media unos 4 metros y
pesaba unos 40 Kg y que según contó su color amarillo y blanco se había
obtenido por modificación genética ya que las pitones son verdes-marrones, para
camuflarse mejor en la selva.
El señor iba pasando con los animales y pudimos tocarlos y
hacerles muchas fotos, aunque obviamente la tarántula no le hizo gracia a
nadie.
Nos explicó que no era recomendable adoptar como mascotas
este tipo de animales porque no hacían nada (la mayor parte del tiempo duermen)
y nos acabarían aburriendo, con lo que terminaríamos soltándolos en un campo o
un riachuelo que no era su hábitat natural y eso supone alterar el equilibrio de los
ecosistemas (como ha pasado con los siluros, por ejemplo). Quedó muy claro que
no deseaba por nada del mundo que tuviéramos ganas de tener este tipo de
animales en casa. Yo nunca los he tenido y viendo esa araña peluda sigo sin
querer tenerlos.
Leyre
García Zea (1º B)
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